Hace unos días me llegó la noticia del abuso escolar de un niño de 13 años en el colegio Salesianos de Córdoba. Decía que el niño había sufrido el acoso verbal de compañeros e incluso llegó a haber violencia. Los padres fueron a pedir explicaciones al centro y su respuesta fue “es un hecho puntual” y “eso es cosa de niños”. Ante tal hecho la familia ha denunciado al colegio.
Pues bien desde aquí me solidarizo con esa familia ya que yo estudié en ese centro y también sufrí acoso durante años.
Los años que pasé allí, que no son pocos (estuve desde 1ºPrimaria a 2ºBachiller), tuve que sufrir insultos, risas, bromas, etc. de niños del colegio mientras que el profesorado se mostraba impasible.
Según las noticias, el chico de 13 años no iba al baño por miedo. Yo también sufrí ese problema, no era capaz de entrar en los baños y siempre iba a última hora del recreo a unos baños que no eran transcurridos al lado del patio de tierra del colegio.
Los recreos siempre estaban plagados de insultos y vejaciones al estilo “eh, maricón”, “Tete (era el apodo que tenía) ven aquí que te la pete”… y risas continuadas. Además estaban las bromas que iban siempre por el mismo camino.
Siempre estuve callado y en casa no decía ni una palabra al respecto, cosa que ahora me arrepiento ya que de haber hablado a más de uno se le podía haber caído el pelo.
Con los años fui haciéndome una especie de caparazón del que aun hoy en día no he salido y que me impide relacionarme con normalidad con la gente. Todo el que me conoce me relaciona con un chico cortado, poco hablador y tímido, pero la verdad es que todo el maltrato psicológico al que estuve sometido me ha pasado factura y no se como aprender a confiar más en la gente. Siempre tengo el pensamiento de “¿y si digo algo y se empiezan a reír de mí?”.
Los peores años fueron los de bachiller (que no llegué a acabarlo allí). Mi protección y evasión a lo que vivía siempre habían sido mis amigas, sin embargo en bachiller no caímos en la misma clase y me vi solo, enclaustrado, ignorado y renegado a una esquina de la clase a la que pocos miraban.
Ya en 2ºBachiller la cosa fue insoportable. Mis problemas personales se juntaron con el acoso y derribo diario y un día acabé sobrepasado y me tuve que ir a casa llorando, en mitad del día y con un ataque de ansiedad tremendo.
En el colegio había profesores que te juzgaban si sacabas malas notas, te ridiculizaban y hacían bromas al respecto. Como era de esperar, ese año mis notas cayeron en picado porque aunque estudiara no lograba asimilar lo que leía, mi cabeza no funcionaba bien.
En esa época hice amigos nuevos fuera del colegio. Un día haciendo el típico test que por entonces estaba de moda en internet, un amigo ante la pregunta “¿Qué cambiarías de Rafa?” respondió: “Su mirada, siempre es una mirada triste”. Es una anécdota que muestra como me veía la gente por entonces.
Mi ida fue un día en la mitad de la primera evaluación, estábamos en clase de Química con una profesora que además era la jefa de estudios de secundaria. Estaba dando los resultados de la pre evaluación. Cuando me tocó el turno me dijo que evidentemente estaba suspendidísimo y se puso a reírse y burlarse ante tal cosa. Fue la gota que colmo el vaso. Cogí mis cosas y me marché para no volver.
Mi madre quiso denunciar al colegio, pero no se lo permití. No me veía con fuerzas para enfrentarme a todo de nuevo y lo dejé pasar.
Al enterarme de la noticia me he sentido un poco responsable. Pienso que si hubiese denunciado el caso, ese niño podría no haber sufrido lo que ha tenido que pasar y que todo podría ser diferente.
Desde aquí, por si alguien lo lee, quiero decirle a la familia que cuente con mi apoyo y ayuda en lo que necesite. Que no están solos. Y que tengo constancia que no somos los únicos casos en ese colegio.